Juego encuesta del Grupo Surrealista de Madrid.
Informe provisional de daños del incendio interior. Encuesta sobre el sueño y la mercancía
Las mercancías mueren, las mercancías resucitan…y el objeto, la piedra, el árbol, la mujer y el hombre no terminan de despertar para comenzar su canto, o lo hacen tan lenta e insuficientemente que nadie podría advertir el aleteo de la verdadera vida. Se diría que la economía ha recreado el mundo a su imagen y semejanza, o que ha sustituido al original por su copia obsolescente, o que se ha pegado a él como una segunda piel de zapa de plasma y óxido consumiéndolo hasta su desintegración. Y como todo lo que está arriba es como lo que está abajo, no es solo el mundo exterior de la realidad material más o menos objetiva el que sufre el embargo y la apropiación capitalista, ni el mundo simbólico de las convenciones y rituales sociales que se pliegan y despliegan en el curso del tiempo, sino tambien nuestro mundo interior, la subjetividad, los imaginarios, el deseo, las pulsiones, el inconsciente mismo. El resultado es previsible y ya ha sido explicado muchas veces: la economía no solo domina al mundo por entero, sino también a su pasado y a su futuro, y no hay salida posible, ni alternativa ni porvenir, ni espacio exterior ni interior que no pase por su control. Pues quien decide el significado de las palabras, incluso las pronunciadas en sueños, hasta las balbuceadas en el volcán del delirio más allá de la fonética y el sentido, ya ha escrito todos los libros y conoce de antemano cualquier profecía. Incluida, por supuesto, la de su final.
Ahora bien, lo que no tiene final tampoco tuvo principio, de tal manera que un sistema económico histórico se elevaría a la categoría de divinidad omnipotente y eterna: no el fin de la Historia, sino la apoteosis escatológica que se realiza y cumple a sí misma en un Apocalipsis sin Milenio. Pero al pasar tan alegre y categóricamente de la crítica de la economía política a la exégesis de la teología, ¿no nos estamos conformando? Peor aún, ¿no estaremos acaso cayendo en la trampa que nos tiende la economía para mejor atornillarnos ante la pantalla, dando por hecho su victoria inapelable? No, nunca, deberíamos hacer al Espectáculo más espectacular de lo que ya es.
Es por ello conveniente replantear las verdades reveladas de la crítica radical, en tanto verdades, y especialmente en tanto reveladas. Y poner en duda, siquiera como hipótesis de trabajo y germen de resistencia, que el proceso de la mercantilización de una subjetividad por lo demás prefabricada, sin duda real e indiscutible, haya llegado a su culmen desolador e irreversible. Es verdad que la herida está ahí, y la gangrena ha entrado en lo más profundo de la carne más íntima, allí donde nace y se metamorfosea la repulsión y el deseo, el amor y el odio, la voluntad y el abandono. ¿Pero ha podrido todo? ¿Hasta el centro más secreto, hasta los gabinetes más oscuros y perdidos del espíritu? ¿Y este no sabe ni puede responder y contraatacar aun por instinto, como la abeja que se inmola en su gesto kamikaze, como el escorpión que naufraga junto con su peor enemigo?
Para concretar un poco más hay que hurgar en el baúl de la subjetividad y llegar a la raíz de la mandrágora, a la caja negra del inconsciente que gobierna lo ingobernable sin dar cuentas ni a sí mismo: ¿Estaría entonces el inconsciente verdaderamente colonizado por el imaginario de la economía con sus anuncios y quimeras, sus mercancías irresistibles y sus experiencias mágicas? ¿Lo estaría totalmente, de una manera estructural e irreversible, o existirían todavía puntos muertos y líneas de fuga que se rigen por una lógica propia e irreductible a cualquier contaminación ideológica? ¿Podría ser el inconsciente una reserva indómita y salvaje, una Tierra Adentro a salvo de las privatizaciones, los cercamientos y las talas y las minas a corazón abierto de las selvas y ecosistemas del espíritu libre?
¿Cómo saberlo? Hay sin duda varias pistas o señales de humo que podrían calibrar el estado actual del incendio interior, pero parecería que entre ellas el sueño es uno de los indicios más seguros. ¿Soñamos, sí o no, con mercancías, es decir, con objetos o experiencias diseñadas y producidas para la compra y la venta y la acumulación de valor, y por ello mismo tan artificiales y alógenas y nocivas como un alien, y tan fascinantes, adictivas y morbosas como esa misma entidad extraterrestre?
No nos referimos, claro está, a que en un sueño ocasional aparezca una mercancía cualesquiera como un objeto o personaje más del atrezzo onírico, como aparecen y desaparecen en el torbellino de las imágenes nocturnas una calle, un animal, una fruta, o cualquier otra cosa o ser sin mayor significado aparente, ni especial carga afectiva o emocional. Ni tampoco a que la información proporcionada por este tipo de sueños sea en sí misma suficiente, pues obviamente la interrelación entre el inconsciente y el fetichismo de la mercancía es muchísimo más compleja y elusiva, y en ningún caso podría reducirse al mero sueño con mercancías, marcas, logos o anuncios publicitarios. En efecto, desde Benjamin, Lacan, Zizek o Jappe, no es tampoco un descubrimiento sugerir que existe una analogía entre la estructura, el lenguaje, el funcionamiento y la dinámica del sueño y de la mercancía, y entre el mismo arte de desciframiento de los procesos oníricos que cristalizan en el sueño escondiéndose tras su contenido latente, y de las relaciones sociales y de poder que materializan el trabajo humano en la mercancía enmascarándose en su fetichismo. Así, por ejemplo, para Benjamin las mercancías han logrado encarnar y presentarse como los sueños o fantasmagorías del inconsciente colectivo, lo que nos obliga a preguntarnos si los sueños individuales no se habrían convertido ya en las mercancías de la fantasmagoría colectiva. Así lo dicta al menos la publicidad, el cine y toda la industria del entretenimiento, y es el padre nuestro y el leit-motive de la ideología de la vida puesta a trabajar y del empresariado de uno mismo. Y con resultados tangibles: los sueños de emprendimiento producen relaciones mercantiles reales, contantes y sonantes, y el propio sueño se convierte en la nueva materia prima y la penúltima fuente de energía de una economía agotada para vender lo mismo a los mismos. ¿No será esto la culminación del espectáculo?
El campo de estudio es pues tan infinito, inasible y mutante como el inconsciente mismo. Pero por algo hay que empezar. Proponemos por tanto centrar el foco de atención sobre aquellos sueños repetitivos, incluso obsesivos, dominados por la presencia inapelable de una o varias mercancías y por el deseo ardiente de poseer, disfrutar, atesorar y quizás sufrir tales mercancías. Sueños, o pesadillas, que nos permitan juzgar aun de manera provisional si efectivamente o no soñamos con mercancías. Si sí, entonces la colonización del inconsciente y por tanto de nuestro imaginario sería inapelable, tanto como la necesidad imperiosa de liberarlo, misión hercúlea para la que resulta imprescindible dar el primer paso del reconocimiento descarnado y sin autoexcusas de que el mal existe y nos ha contagiado por entero. Si no, habría que reconsiderar o redimensionar tal lugar común del pensamiento crítico, e intentar extraer las posibles y oportunas enseñanzas y consecuencias que de tal resistencia del inconsciente, aun parcial y relativa, puedan extraerse para la guerra contra la dominación. Y si no sabe o no contesta, entonces hay que reiniciar el juego.
Porque es también un juego lo que proponemos, tal vez mortal, nunca inofensivo. Un juego de preguntas y respuestas que se entretejen para intentar atrapar al pez soluble del inconsciente como la red del pescador. Para jugarlo a fondo y sin reservas ni cortapisas, es necesario armarse de valor, es decir, de sinceridad: si soñamos con las tristes imbecilidades de la mercancía hay que confesarlo sin excusas ni pudor ni vergüenza, aunque sea radicalmente correcto, y desde luego más lisonjero y complaciente, inventar que se sueña con la revolución vengadora, o la orgía desatada, o el séptimo cielo del amor loco, o la comuna arcádica de la leche y la miel. Hacer otra cosa sería abrir más agujeros en una red que la economía ya ha roto a placer y por su cuenta.
Estas son las preguntas. Se pueden responder por orden de aparición, o juntas y revueltas, o todo lo contrario, o nada en absoluto.
1) ¿Ha soñado usted alguna vez con mercancías? Describa el contenido manifiesto de uno o varios de esos sueños.
2) ¿Cuál es la intensidad o fuerza con que se aparecen tales mercancías en su sueño? ¿Se manifiestan como una necesidad o anhelo? ¿Tienen un carácter exaltante y placentero, o angustioso y aterrador?
3) ¿Cree que la mercancía aparece en tanto mercancía, o como representación o símbolo de otro contenido onírico? ¿Sería posible lo contrario, que ciertos elementos de un sueño escondan, mediante los mecanismos de desplazamiento, condensación, representabilidad y elaboración secundaria del inconsciente, a la mercancía o al deseo de desear la mercancía?
4) Una vez que ha despertado después de un sueño con mercancías que recuerde, ¿podría decirnos qué reacción le genera ese recuerdo? ¿Rabia, bochorno, satisfacción, curiosidad, indeferencia? ¿De qué manera podría interrelacionar tal sueño con la sumersión cotidiana en el reino de la mercancía que administra y contagia la publicidad, y funda nuestra vida individual y social?
5) En el caso de que no sueñe con mercancías, o no recuerde tales sueños, ¿podría preguntarse por tal fenómeno y reflexionar sobre las causas del mismo? ¿De qué manera disruptiva o no podría interrelacionar tal ausencia o negación del sueño de mercancías con la omnipresencia del fetichismo de la mercancía que domina la vida de vigilia?
Es hora de jugar, despertar, y soñar con los ojos abiertos.
Para ello, nada mejor que enviar las respuestas al siguiente correo: institutoonirocriticacomparada@gmail.com
Instituto de Onirocrítica Comparada
Jose Manuel Rojo, José Sagasti
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ENCUESTA SOBRE EL SUEÑO Y LA MERCANCÍA
RESPUESTA DE TRES INTEGRANTES DEL GRUPO SURREALISTA DE URUGUAY:
Leonardo Rossiello, Celina Galeano y Mónica Marchesky, en ese orden.
1) ¿Ha soñado usted alguna vez con mercancías? Describa el contenido manifiesto de uno o varios de esos sueños.
Si las casas y los tanques de guerra son mercancías, sí. He soñado con casas o con construcciones que fueron casas, y que ahora están por derrumbarse. En diferentes sueños han tenido dos o más pisos, hay mucha madera en ellas. En el sueño de alguna manera soy encargado de restaurarla, la casa es mía, de mi familia, mis hijos están presentes, pero siempre hay algún tipo de problema con ellos y con la casa. Alguna vez he sido consciente de que se trataba de un sueño. He querido despertarme del sueño. Por lo visto, lo he logrado, pero no sin dificultades.
Los sueños con tanques de guerra se me han presentado como que estoy en una llanura y aparecen miles de tanques y avanzan hacia donde yo estoy. Estoy ahí, sé que tengo que enfrentarlos, que voy a morir, que LA GUERRA ha estallado, que es absolutamente irreversible y fatal, que no puedo ni quiero ni debo huir, que va a ser una muerte inútil, que los míos van a ponerse tristes, que ya hice lo mío (una especie de consuelo), todo eso mientras esas horribles mercancías avanzan y avanzan.
2) ¿Cuál es la intensidad o fuerza con que se aparecen tales mercancías en su sueño? ¿Se manifiestan como una necesidad o anhelo? ¿Tienen un carácter exaltante y placentero, o angustioso y aterrador?
Angustiante (más bien opresivo) sí, aterrador no.
3) ¿Cree que la mercancía aparece en tanto mercancía, o como representación o símbolo de otro contenido onírico? ¿Sería posible lo contrario, que ciertos elementos de un sueño escondan, mediante los mecanismos de desplazamiento, condensación, representabilidad y elaboración secundaria del inconsciente, a la mercancía o al deseo de desear la mercancía?
Casas y carros de combate se producen y se venden en diferentes mercados. No hay duda de que se trata, por eso, de mercancías, pero están ahí representando temores y desafíos, de ninguna manera anhelos. “Casa” es una de las palabras más frecuentes en el vocabulario de la mayoría de los escritores, y es bastante evidente que representan el lar arquetípico, la seguridad, el señorío; la garantía, hasta cierto punto, de que los hijos van a criarse en un ámbito razonablemente seguro. Los carros de combate en movimiento (orugas, algo mecánico, oscuro) me parece que representan una amenaza. No son soldados, ni aviones, ni buques ni drones ni misiles: tanques, son, una marea imparable, como un maremoto que solo trae destrucción, como una némesis obligatoria, un impuesto nefasto a la aventura de estar vivo y hacer cosas.
4) Una vez que ha despertado después de un sueño con mercancías que recuerde, ¿podría decirnos qué reacción le genera ese recuerdo? ¿Rabia, bochorno, satisfacción, curiosidad, indeferencia? ¿De qué manera podría interrelacionar tal sueño con la sumersión cotidiana en el reino de la mercancía que administra y contagia la publicidad, y funda nuestra vida individual y social?
No lo sé. No sé cuántas veces, creo que no muchas, quizá cinco, seis, he soñado con eso. Al despertar he pensado algo así como “Vaya, otra vez más”, y he tratado de relacionar el sueño con algún suceso reciente que está acaso en mi subconsciente y se comunica conmigo a través del sueño, sugiriéndome que piense en él y haga algo para mejorar la situación.
5) En el caso de que no sueñe con mercancías, o no recuerde tales sueños, ¿podría preguntarse por tal fenómeno y reflexionar sobre las causas del mismo? ¿De qué manera disruptiva o no podría interrelacionar tal ausencia o negación del sueño de mercancías con la omnipresencia del fetichismo de la mercancía que domina la vida de vigilia?
En general puedo asegurar que, si sueño con otro tipo de mercancías, no soy consciente de ello o no recuerdo los sueños. Cito de memoria unos versos misteriosos de Antonio Machado: “De toda la memoria solo vale /el don preclaro de evocar los sueños”. En un plano de abstracción puede ser que el yo lírico tenga razón. Pero creo que la memoria tiene muchos otros valores y funciones, al menos en la vida fuera de la creación poética. Me parece que la mayoría de las personas no sueña con mercancías, y la razón podría estar en que hay cuestiones más importantes o potentes (situaciones, por ejemplo) que las mercancías para significar. Como que no es necesario pasar por la mercancía.
Comentario final: Quisiera ver el resultado de esta encuesta, que me parece muy interesante a condición de que haya recurrencias, esto es algún tipo de plantilla o denominador común, algo que sea representativo. Esto, me parece, solo puede obtenerse con un universo muy amplio de respuestas. Suerte.
Leonardo Rossiello Ramírez
Encuesta sobre el sueño y la mercancía
El Instituto de Onirocrítica ComparadaJosé Manuel Rojo, José Sagasti nos proponen responder unas preguntas. Se pueden responder por orden de aparición, o juntas y revueltas, o, todo lo contrario, o nada en absoluto.
Yo Celina Galeano respondí “revueltas” y por orden de aparición.
Por orden de aparición
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¿Ha soñado usted alguna vez con mercancías? Describa el contenido manifiesto de uno o varios de esos sueños.
No sé si estoy dormida, despierta, o soñando al encontrarme en un paisaje de la Estepa Patagónica. Estoy sintiendo la vibración de la tierra al ser golpeada por los Canguros, esos enormes animales de hierro que penetran en acompasado ritmo la tierra hasta hacerla reventar en un chorro que se eleva negro y maloliente y se convierte en un negro aceite que disciplinadamente entra en enormes caños. Desde allí seguirá múltiples caminos, uno de ellos es transformarse en fibras, textiles y simulacros de lana de oveja que es lo que me eriza la piel y me aterra.
2) ¿Cuál es la intensidad o fuerza con que se aparecen tales mercancías en su sueño? ¿Se manifiestan como una necesidad o anhelo? ¿Tienen un carácter exaltante y placentero, o angustioso y aterrador?
Me aterra encontrarme de lunes a viernes de 8 a 16 horas en vuelta en lo que yo sé es materia oscura pegajosa, maloliente escondida en ovillos de colores.
3) ¿Cree que la mercancía aparece en tanto mercancía, o como representación o símbolo de otro contenido onírico? ¿Sería posible lo contrario, que ciertos elementos de un sueño escondan, mediante los mecanismos de desplazamiento, condensación, representabilidad y elaboración secundaria del inconsciente, a la mercancía o al deseo de desear la mercancía?
Me despierto aferrada a la prenda tejida con el vellón de la oveja de mi abuela que no es un sueño, es solo el recuerdo del olor del hilo que surgía al mover los pedales de la Rueca. Me despierto aterrada al imaginar que desaparezcan las ovejas las Llamas, las vicuñas y que solo nos vistamos del negro y maloliente petróleo.
4) Una vez que ha despertado después de un sueño con mercancías que recuerde, ¿podría decirnos qué reacción le genera ese recuerdo? ¿Rabia, bochorno, satisfacción, curiosidad, indeferencia? ¿De qué manera podría interrelacionar tal sueño con la sumersión cotidiana en el reino de la mercancía que administra y contagia la publicidad, y funda nuestra vida individual y social?
Me despierto salgo para el Taller. Hoy tengo que encontrarme con el Publicista, elegir las prendas confeccionadas de sintéticas fibras que aparecerán en las revistas de Moda. Disimular mi enojo, comprender la ignorancia del Publicista sabiendo que su objetivo es vender. La ignorancia duele menos.
5) En el caso de que no sueñe con mercancías, o no recuerde tales sueños, ¿podría preguntarse por tal fenómeno y reflexionar sobre las causas del mismo? ¿De qué manera disruptiva o no podría interrelacionar tal ausencia o negación del sueño de mercancías con la omnipresencia del fetichismo de la mercancía que domina la vida de vigilia?
La actividad relacionada con la confección de prendas de lanas y telas sintéticas nos envuelven nos enrollan en sus engañosos colores hasta hacernos olvidar también a mí que son el producto que extraen de la tierra esos Canguros de metal, gigantes.
Celina Galeano
Encuesta sobre el sueño y la mercancía
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¿Ha soñado usted alguna vez con mercancías? Describa el contenido manifiesto de uno o varios de esos sueños.
Sueño mucho con mi padre, ya fallecido. Cuando quedan cosas pendientes en la sub-realidad, tal vez se quieran enmendar o concluir en el mundo de los sueños. Luego tengo algunos que son recurrentes, por ejemplo, en la mayoría de los casos, pierdo “cosas” materiales o las llamadas mercancías, que se evaporan; así, coches, copas de cristal y zapatos se esfuman en la nebulosa. Y hay uno que está ligado a mi realidad, que es la agorabofia. En ese sueño estoy en un lugar descampado, sin referencias materiales (ni un árbol, ni una piedra…nada donde esconderse) y de pronto aparece un avión de guerra.
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¿Cuál es la intensidad o fuerza con que se aparecen tales mercancías en su sueño? ¿Se manifiestan como una necesidad o anhelo? ¿Tienen un carácter exaltante y placentero, o angustioso y aterrador?
Se manifiestan de forma angustiosa y aterradora. En ningún momento es placentero, porque ya sea que sueñe con cualquier mercancía, sé que estoy en una irrealidad; eso lo hace más angustioso, porque en cualquier momento voy a despertar. Incluso, en uno de los últimos sueños, estaba bailando sobre una mesa en un bar, la censura se llegó a mi conciencia, pero dije: estoy en un sueño, todo es válido y volví a subir a la mesa.
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¿Cree que la mercancía aparece en tanto mercancía, o como representación o símbolo de otro contenido onírico? ¿Sería posible lo contrario, que ciertos elementos de un sueño escondan, mediante los mecanismos de desplazamiento, condensación, representabilidad y elaboración secundaria del inconsciente, a la mercancía o al deseo de desear la mercancía?
Sí, creo que la aparición de la mercancía en mis sueños tiene un contenido onírico y simbólico. Los coches serían un deseo reprimido o negado, los cristales, algo frágil que deseo conservar, a pesar de que los pierdo o se rompen. Creo que no son imágenes de las mercancías como objetos en sí mismos, sino su representación.
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Una vez que ha despertado después de un sueño con mercancías que recuerde, ¿podría decirnos qué reacción le genera ese recuerdo? ¿Rabia, bochorno, satisfacción, curiosidad, indeferencia? ¿De qué manera podría interrelacionar tal sueño con la sumersión cotidiana en el reino de la mercancía que administra y contagia la publicidad, y funda nuestra vida individual y social?
Las reacciones que me generan luego de estar despierta y recordar algunos detalles, es en algunos casos: rabia, temor y en éste último sueño referido, del baile sobre la mesa, curiosidad, porque mi inconsciente nunca estuvo vivenciando el sueño, sino que a su vez estaba soñando.
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En el caso de que no sueñe con mercancías, o no recuerde tales sueños, ¿podría preguntarse por tal fenómeno y reflexionar sobre las causas del mismo? ¿De qué manera disruptiva o no podría interrelacionar tal ausencia o negación del sueño de mercancías con la omnipresencia del fetichismo de la mercancía que domina la vida de vigilia?
No todas las veces sueño con mercancías, ya que en la vida real no les doy una dimensión como para que dominen mi vigilia. Estoy preocupada por otras cosas. No tengo tele en el cuarto, los cortes de comerciales “tentadores” no tengo idea por donde van, no miro informativos, me dedico a estudiar para elaborar artículos o material para los talleres. En mi vida las mercancías tienen su justo lugar y en los sueños, las pierdo…
Mónica Marchesky