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En los años 50, Švankmajer creó el Teatro de Máscaras y formó parte del Teatro Negro de Praga. Ahí, con su experiencia y curiosidad creativa comenzó a realizar cortometraje de animación con las herramientas más inesperadas: marionetas, animales muertos, piedras, collage, aguafuertes, seres humanos y, sobre todo, una originalidad sin precedente. Se le encasilla como cineasta, pero Švankmajer cita a Giuseppe Arcimboldo, a Max Ernst, a El Bosco y a Giorgio de Chirico como sus influencias, y tal vez habría que agregar a Freud.
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